Celmira Moore es una mujer desplazada que logró sobrevivir en medio de las necesidades, el abandono del Estado, la indiferencia de la gente, y la falta de oportunidades por estar en la situación de desplazamiento, “algo que estigmatizan en la ciudad”.
Neiva es un ciudad receptora de desplazados, por lo que hasta el año pasado, según cifras de Acción Social, 36.180 colombianos fueron registradas como desplazados en Neiva, y 6.506 personas las que han abandonado la ciudad por expulsión, demostrando con esto la difícil situación que se presenta no solo en el departamento del Huila sino en todo el país.
El registro del Gobierno hasta el año pasado fue de 3.486.305 colombianos en situación de desplazamiento, sin embargo, organizaciones como la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES, tienen cifras desde 1985, que se aproxima a los cinco millones de desplazados por la violencia en el país, ya que ellos también suman los cerca de 15 mil desplazados por fumigaciones.
En medio de todo el problema de desplazamiento está Celmira, una mujer luchadora que amparada en las leyes, pidió, junto a otras líderes como Acened Barrios, que se respeten sus derechos consagrados en la ley, que escuchen sus solicitudes, y que les resuelvan los inconvenientes presentados por la drástica vida de desplazados que les ha tocó vivir a toda su comunidad.
Celmira nació en Neiva, pero hace varios años llegó a un pueblo del Caquetá, donde formó una familia, creó un estilo de vida, y luego, de un momento para otro, finalmente tuvo que abandonar la solida vida que tenían en Caquetá.
Aunque sabían que debía abandonar el pueblo por el conflicto armado que se avecinaba, solo hasta que su casa amarilla donde tenía el negocio de comidas rápidas, “Aquí yo como”, fue objeto de explosivos, entendió que de los enfrentamientos entre guerrilla, paramilitares y militares, por el rompimiento de los acuerdos de 'Zona de Despeje'; traería amargura a todo el departamento de Caquetá.
Moore junto a su esposo y dos hijos, vivía tranquilamente en un corregimiento a seis horas en chiva de Neiva, zona en la que llevaban una vida tranquila, hasta que ocurrió el secuestro de Eduardo Gechem el 20 de febrero del 2002, y el anuncio del entonces presidente Andrés Pastrana sobre el fin de la ‘Zona de Despeje’; desde ese instante, la vida entre familiares y vecinos, campo y aire fresco, sería cambiada por dolor, muerte y desplazamiento.
Debido a la incertidumbre por lo que pasaría, el 8 de marzo del 2002 a las cinco de la mañana, decidió enviar a sus dos hijos con vecinos a Neiva, ciudad de destino en el Huila, la más cercana y a donde podrían ir a buscar ayuda.
Ellos se quedaron, y en los días que estuvieron ahí veían como las chivas bajaban de los pueblos cercanos como las Morras, los Andes, Rovira, todos huyendo del conflicto. En el camino se podía observar como llegaba la móvil seis del Ejército al igual que el leve sonido del avión fantasma que ya se encontraba en la zona.
“Uno miraba que bajaban muertos, además del toque de queda que anunciaba que a las seis de la tarde uno se tenía que acostar, no, eso era terrible”, comentaba Celmira en relación a la batalla que se había desatado por el fin de la ‘Zona de Despeje’.
Estar en la zona era muy peligroso, por lo que ellos fueron de los últimos grandes grupos en salir de la región, técnicamente convertidos ante el Estado en desplazados según Ley 387 de 1997, víctimas de un conflicto que no les pertenecía, pero que sí los obligaba a cambiar sus vidas, a despedirse del territorio y la familia. Cómo el caso de Celmira que acompañó a su esposo en la muerte de su hermano.
Un mes después de que envió a sus hijos a la ciudad, ella junto a su esposo y demás vecinos que aún aguantaban en medio de la incertidumbre, abandonaron el caserío, con un camino previsto, llegar a Neiva a encontrarse –con sus hijos– ‘nuevamente en familia’.
Pero de camino a la ciudad, “me acuerdo tanto que cuando salimos ese ocho de abril en una moto, que fue lo único que sacamos, la moto; bajando por Rovira mi esposo tenía que hacerle zic zac entre los muertos; y la gente no podía sacarlos de ahí (…) yo he tratado de borrar esos recuerdos de mi cabeza, que las aves de rapiña se peleaban por los restos de los difuntos, y mi esposo no más hacía el zic zac”, recuerda Moore.
Cambios obligados
En Neiva todo fue diferente, aunque querían estar unidos entre vecinos para afrontar las necesidades por las que pasaban, por las condiciones de la ciudad, e inconvenientes presentados, cada uno buscó su camino, algunos se fueron a la invasión cerca a la Empresa Bavaria –que en la actualidad ha sido reubicada-, en el sur de la ciudad, mientras que otros, fueron en busca de familiares residentes en Neiva.
“Nosotros no nos fuimos para allá porque nos parecía muy denigrante, porque ahí vivían también personas indigentes, y no queríamos que nuestros hijos pasaran por problemas de farmacodependientes, por lo que nos fuimos a vivir con mi papá” explicó.
De esa manera llegaron a las Cristalinas, un barrio en el sur oriente de la ciudad, que se ha caracterizado por ser un sector donde se presenta continuamente hechos de violencia, según la misma Celmira, “donde se trancan las puertas con los muertos”, haciendo una analogía sobre lo que dicen algunas personas de la ciudad sobre el barrio.
Donde su padre duró poco, pues se dio cuenta que era imposible vivir con él, las tensiones familiares no se hicieron esperar, y la rabia y sentimientos encontrados los hizo sufrir sicológicamente en medio de las necesidades que no cesaban.
Sus hijos fueron uno de los más afectados, pues venían de un lugar donde andaban en caballo, recorrían las calles con libertad, y disfrutaban de la vida en el campo. Ahora nada de eso era posible, “Los delincuentes esperando para robar, armas, tiro va tiro viene, personas metiendo vicio en las esquinas, por todo eso mis hijos tenían que estar encerrados y eso fue también duro para ellos”, la situación para ellos era complicada, porque “donde habíamos vivido no se veía eso, allá era muy sano, y estar uno en esa situación al principio es muy difícil, pero después uno se va acostumbrando. Dejo en claro que ese barrio para lo que era antes ahora es un 60% más tranquilo”, indicó.
Emprendimiento y nuevas oportunidades
En busca de oportunidades y ayudas, Celmira llegó a la Pastoral Social en junio de 2002, en el lugar, muchas personas del corregimiento donde venía y desplazados de otros lugares fueron ayudados con formación en valores, talleres sicosociales, alimentación, arriendo y vestuario.
Ella se destacó además por ser líder comunitaria, pues le interesaba ayudar a las personas que llegaron con ella y, a los que iban apareciendo por las mismas circunstancias; por esa razón fue reconocida como una mujer emprendedora y solidaria con su comunidad.
El ocho de febrero 2003, por motivación de algunas personas que reconocían en ella cualidades, nació la iniciativa de crear una cooperativa con ayuda del Sena, Fenalco, la Organización internacional de Migración - O.I.M y Alcaldía de Neiva, ella fue llamada, y ahora es socia fundadora de Coodepaz. Desde allí quiso favorecer a las mujeres, ya que con lo que había vivido entendió que son ellas las más perjudicadas en este difícil camino de desplazamiento.
Muchas de las personas desplazadas no contaban con su educación básica, y aunque Celmira tenía hasta noveno grado de secundaria, decidió ayudar los hijos de sus compañeras, con los temas que consideraban difíciles y con los que les iba mal en su escuela, “yo les enseñaba empíricamente a los hijos de ellas matemáticas, inglés, historia y geografía; y también le enseñé a mis hijos para que mejoraran y pasaran los logros, y de ahí me nació la idea de alfabetizar”.
En el 2006 se graduó con honores del colegió Juan de Cabrera, ya que sus profesores la destacaron por su participación en obras de teatro, parodias y danzas. Con esto, demostró una vez más su dinamismo y emprendimiento.
Una de sus luchas
Como la Corte Constitucional mediante la Ley 387/97 y la T-025 /04 decretó la ley de prorrogas para los desplazados, donde ellos, en listas que van de la A, a la D, fueron ubicados según el grado de urgencia que presentaran, bien fuera por sus estado de salud, alojamiento, alimentación, discapacidad o minoría étnica. Estas clasificaciones o mal llamado código pin, lo creo Acción Social. Por esas medidas, muchos fueron condenados a esperar en las interminables listas del Gobierno.
En el caso de Celmira, tiene el turno 55.115 D, por lo que su atención sería prolongada por varios meses e incluso años, antes de recibir los auxilios que le corresponde por ley según la corte constitucional.
Pero por el delicado estado de salud que afronta, ella realizó una tutela con ayuda de un grupo de líderes que conocían del tema de desplazamiento, para exigir el adelanto de su ayuda teniendo en cuenta la urgencia de su caso particular. Moore, apoyada de los Autos 092, 251, 006, solicitó la atención para su familia en A o B. De esa manera fue escuchado su pedido.
De los 101 autos decretados por la Corte Constitucional en relación a los desplazados, el auto 004, que habla de la protección a la población indígena; el 005, que hace referencia a los afrocolombianos, el 006, que corresponde a la protección de los discapacitados, el 092, a los derechos fundamentales de las mujeres víctimas del desplazamiento forzado, y el 251 que habla de los niños desplazados, fueron utilizados, como argumentos, para solicitar las garantías de un grupo más grande que necesita el adelanto del beneficio que llega del Estado.
Teniendo en cuenta eso, el Gobierno deberá brindarle automáticamente cada tres meses una ayuda humanitaria a los desplazados vulnerables, hasta que tenga su restablecimiento económico.
Estas son las luchas que afronta Celmira junto a Acened Barrios, en la búsqueda del cumplimiento a los derechos de los desplazados; personas que no se pueden auto sostenerse, ya que sus ritmos de vida, conocimientos laborales, y cambios vertiginosos no les permite estabilizarse económicamente
“Esto que realiza acción social es algo violatorio a los derechos de la población desplazada, y es algo inconstitucional ya que se está afectando el mínimo vital de vida”, señaló.
Luego de las respectivas denuncias frente a la Personería Municipal, Acción Social Bogotá, y demás organismos que se relacionan con el tema; finalmente recibieron el 20 de diciembre respuesta de Acción Social. El organismo público acepto la solicitud soportada con 760 firmas que se recogió entre octubre y noviembre del 2010.
De esa manera, Acción Social accedió a revisar o hacer un enlace con la Unidad de Atención y Orientación, UAO, para darle prioridad a los más necesitados, a los personas que firmaron el documento. Sin embargo, por los inconvenientes presentados con la crisis ambiental que dejó tantos damnificados en el 2010, ellos tendrán que esperar la contribución del Estado. Pues no hay dinero disponible para atención.
El viernes de la semana pasada, con la colaboración de Facultad de Salud de la Universidad Surcolombiana, y con el programa de socorro y ayuda prolongada que hace parte ICBF, Acción Social y el Programa Mundial de Alimentos; entregaron a 70 personas desplazadas y vulnerables de la comuna seis y ocho, un mercado que contenía todo lo necesario para la alimentación familiar.
Gracias a la gestión de la gobernadora indígena del cabildo los Pijaos, los visitó ayer una delegación de la embajada sueca, quienes conocieron el proceso que se adelanta con la comunidad desplazada.
Celmira ahora traza un nuevo camino, que está dirigido a buscar soluciones colectivas para atenuar el drama que sufren centenares de personas que han padecido el desplazamiento, que sufren en carne propia la continua violencia desatada desde el siglo pasado, y que sin pensarlo, un día, fueron obligados a recorrer el difícil camino del desplazamiento.
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